























El 28 de junio de 1976, una expedición de seis alpinistas emprendió el ascenso al Gran Vignemale, un pico situado en el Pirineo francés. Durante la travesía, tres de ellos perdieron la vida tras una caída. Entre los integrantes se encontraba Sebastián, familiar del autor. Este hecho se incorpora como punto de partida en un proyecto que conecta memoria, archivo y paisaje, tomando como eje el territorio del Goierri, en el País Vasco, un espacio atravesado por significados culturales y emocionales.
La propuesta se basa en la reactivación del archivo fotográfico familiar, compuesto por imágenes tomadas por dos hermanos, y se amplía mediante nuevas producciones visuales. Este diálogo entre pasado y presente permite reflexionar sobre la fotografía como herramienta que no solo documenta el territorio físico, sino que también revela las ausencias y discontinuidades propias de la memoria. En este sentido, se retoma la noción de "espacios de memoria" planteada por Pierre Nora, quien sostiene que la memoria colectiva no reside únicamente en los hechos o los lugares, sino en las representaciones simbólicas que los activan y transforman con el tiempo.
El paisaje, entendido aquí como construcción cultural, es abordado no solo desde su dimensión geográfica sino como un espacio mental y afectivo, donde la identidad se configura en relación con la memoria y la experiencia. Como plantea Tim Ingold en su teoría del "taskscape", los paisajes no son simples fondos inertes, sino entramados de actividad humana, memoria y significado, en los que las personas “habitan” el mundo más que simplemente ocuparlo. Este enfoque permite repensar el Goierri no como un objeto de contemplación, sino como un escenario de relaciones vividas que forjan sentidos de pertenencia.
La figura de Sebastián y su vinculación con el alpinismo permite explorar la tensión entre el ser humano y la naturaleza, entre el impulso de dominar el territorio y la exposición a su imprevisibilidad. La fotografía actúa como herramienta de investigación visual que articula archivo, paisaje e identidad, abriendo una reflexión sobre los modos en que la memoria se preserva, se reinterpreta y se proyecta.
Este proyecto no se limita a una conmemoración individual. Es una invitación a repensar el vínculo entre ser humano y entorno desde una perspectiva crítica y poética, en la que el paisaje funciona como un espejo de los procesos de construcción identitaria. En última instancia, plantea una mirada sobre la memoria no como algo estático, sino como una práctica en movimiento, donde lo íntimo y lo colectivo se entrelazan en el tiempo.